miércoles, 25 de agosto de 2010

Nuestra hermosa capital. Buñuel, López, Vargas y Monsiváis.

Publicado en SDPnoticias el 21 de junio del 2010.


Diferentes artistas han mostrado, desde su género y estilo, las consecuencias del correr del tiempo en la sociedad y estructura de nuestra hermosa capital. Hablaré de personajes como el cineasta Luis Buñuel, el dramaturgo Willebaldo López, el dibujante (o monero) Gabriel Vargas y finalmente Carlos Monsiváis.

La modernidad avanza de forma que nuestra ciudad se ha visto modificada ¿quién no recuerda la película: Los olvidados de Luis Buñuel? Lamentablemente, como lo refleja la película, la ciudad camina al ritmo de la modernidad y relega a un sector que no puede seguirle el paso: la clase baja, los olvidados. Dicho sector pierde cada día mas oportunidades y es víctima de vicios, de la crueldad pero también de la indiferencia de aquellos que no son tan diferentes sin embargo tienen la fortuna de tener un poquito más, es decir, un sueldo mal pagado. En otros casos, el desconocimiento de las familias al verse forzadas a un trabajo arduo sin suficiente remuneración. En su película Luis Buñuel nos hace notar que no sólo se incrementa la brecha que separa las clases altas y bajas, también desplazamos a un grupo numeroso: los campesinos.

En clase de Teatro hispanoamericano del siglo XX nuestro profesor Jesús Eduardo García Castillos incluyó acertadamente la obra Los arrieros con sus burros por la hermosa capital de Willebaldo López quien, a la par de Luis Buñuel, refleja como esa masa enorme llamada urbe modifica creencias, costumbres, lenguaje e incluso nuestra visión de “el otro” a quien por ser diferente rechazamos. Así, padre e hijo deben salir de su lugar de origen para caminar por las calles de la ciudad y vender de alguna manera su leña, puesto que es su único sustento. En la travesía son rechazados, humillados e incluso este par de campesinos al notar el cambio de ambiente en la gran ciudad deciden agregar la palabra anglosajona: company su “microempresa” de venta de leña, lo hacen sin saber lo que significa, sólo por intuición y por creer que así tendrán un cambio. ¿El final? Les recomiendo la obra y les aseguro que les hará reflexionar:¿cuántas veces han visto que se discrimina a alguien sólo por defender su tradición?¿cuántas veces hemos juzgado a los demás por ser diferentes?

A Gabriel Vargas en cambio lo recuerdo con afecto. Cubrió mi niñez de alegría con cada historieta de su autoría. ¡Cómo olvidar a la familia Burrón! A esa familia luchona de clase baja, obviamente a esa edad no entendía ese cierto toque de ironía, o la intención real de su obra, sin embargo, a pesar de lo triste las situaciones (no tener suficiente para la comida, encontrarse sin trabajo) las cualidades positivas del mexicano (o chilango) como el optimismo, la honestidad y la solidaridad brotaban en cada número de la revista. El lenguaje de los personajes es parte importante en su obra. Jamás olvidaré la casa ubicada en nuestra hermosa capital, en Callejón del Cuajo número chorrocientos chochenta y chocho.

Finalmente nuestra reciente pérdida: Carlos Monsiváis, escritor. No es necesario quizá mencionar que en el museo “El estanquillo” se ha preocupado por rescatar la cultura popular. Comprometido con la historia de nuestra hermosa capital, así como con la justicia, nunca pasó por alto la matanza de estudiantes en 1968 en Tlatelolco. Trató siempre que sus afiliaciones políticas y sociales fueran congruentes con sus pensamientos, escritos y obras. Al respecto sólo cuestionaré un poco su coqueteo con Televisa. Pero jamás olvidaré , como muchos de ustedes, la forma en que puso a Esteban Arce en su lugar sin que éste se diera cuenta al decirle que su programa, entonces El calabozo, era: “la escencia de la televisión mexicana”.

La mejor forma de mostrar elocuencia de Monsiváis para retratar a nuestra hermosa capital es retomando sus palabras, en este caso de sus Días de guardar, publicación de 1970 y en la que apunta:

El país en ascenso. ¿Dónde se localiza su personalidad moderna? En el crecimiento de la industria, en el desenvolvimiento de la banca, en el impulso desarrollista de las ciudades. México y la explosión demográfica. México y el auge de la burgesía nacional. México y las inversiones extrangeras. La dimensión contemporánea se ve estimulada a contrario sensu por las nuevas subculturas y, de modo afirmativo, por el estallido que deposita en cada hogar, automóviles y refrigeradores. El retrato de la burguesía incluye sus pretenciones y sus incertidumbres. Venga a nos el universo concentracionario de los hoteles disneylándicos: Continental Hilton, María Isabel Sheraton, Fiesta Palace. Venga a nos el reino de los grandes almacenes y las cadenas de restaurantes, el reino de Dennys, Sanborns, Aunt Jemima, Aurrerá, Minimax, las boutiques y los supermercados, la televisión a colores y el autoestereo, las tarjetas de crédito y las giras de veintiún días por el viejo continente. Pero también venga a nos el reino de los psicoanalistas y la quiromancia, de los tranquilizantes y el terror a no pertenecer. La burguesía se ha trazado un plan de ataque, de apropiación de seguridades y grandezas.(...)Pero desde una perspectiva, nada logra disminuir o atenuar el peso específico de los hechos y a la luz del 2 de octubre la historia de los años reciente cobra otra significación. Un acto represivo ilumina un panorama por esa virtud de las situaciones límite que esencializan y concentran. 1968, dice Octavio Paz, fue un año axial. No explicó al país de modo sustantivo, nos despojó de la adjetivación. Obviedades para el manejo del pesimismo...

Hoy por hoy nuestra ciudad se encuentra en las mismas condiciones, pero podemos notar que ese “manejo del pesimismo” debemos aplicarlo también a una situación nacional que pareciera agravarse día a día. Pero nuestra hermosa capital se levanta con cálida mezcla de modernidad y palacios antiguos. Rescatemos aquello que los artistas antes mencionados han tratado de enfatizar: el coraje ante la adversidad, el optimismo, la honestidad. Póngamos solución a la pérdidad de identidad. Recordemos que como pueblo tenemos necesidades específicas. Notemos la riqueza de nuestras costumbres, la ciudad de México es un paraíso cultural, Monsiváis lo comprobó al caminar plácidamente a través de sus calles. Sobretodo no adoptemos ese manejo del pesimismo porque es un pequeño paso a la pérdida de memoria y una ciudad o país sin memoria jamás analizará su pasado para vencer a los monstruos que se erigen en el presente.

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