miércoles, 24 de diciembre de 2008

Somos parte de un todo...

Hoy amanecí con un temor profundo a la muerte, a no estar, al olvido. Miedo a renunciar a lo placentero o descubrir que aquel placer desaparece. Miedo a no reconocer lo que se percibe o simplemente dejar de sentir. Mantengo en la memoria mi imagen de niña frente a la ventana observando el cielo, la sensación del tiempo corriendo, muerte del tiempo frente a mis ojos, y éstos sin contener lágrimas de desesperanza. ¿Por qué lo que amamos debe morir? ¿Por qué la eternidad no nos alcanza? Quizá ese deseo de permanencia no sea más que un sentimiento egoista de aferrarse a los tiempos, personas u objetos. Quizá es porque de tanto bienestar la trascendencia a veces sale sobrando

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